El actor

El actor
Gustavo Saffores

viernes, 15 de agosto de 2014

Crítica de "Brecha"

Las caras del jabalí 


Por Ana Laura Barros

Patrice Pavis reflexiona en su libro La puesta en escena contemporánea: 2013 sobre el esplendor y la miseria de la interpretación de los clásicos. Cita a Hemingway, para quien un clásico es un libro que nadie quiere leer pero todo el mundo quisiera haber leído. Sigue recordando a Italo Calvino, que decía que el lector siempre afirma estar realizando una segunda lectura de un clásico. 


En Algo de Ricardo, escrita por Gabriel Calderón y dirigida por Mariana Percovich, la diana va más allá de todo intento de versión, adaptación o relectura, pues tanto dramaturgo como directora trabajan desde los ecos o los restos de un Ricardo III que sobrevuela la memoria del espectador desde algún sitio: el recuerdo de alguna lectura, puesta teatral, adaptación cinematográfica o apropiación contemporánea (sin ir más lejos el personaje de Kevin Spacey en House of Cards). O tal vez el reto sea la construcción de un nuevo Ricardo que se despliega ante sus ojos, en el aquí y ahora de la escena.



“Algo de Ricardo” Percovich vuelve a transitar los caminos del monólogo (Medea del Olimar, Te casarás en América, Ayax) y coloca en el centro a su actor fetiche Gustavo Saffores –quien realizó una gran interpretación como el narrador en su anterior Proyecto Felisberto– que despliega acá su ductilidad desdoblándose en varios niveles de ficción. Compartiendo una misma línea de búsqueda creativa, Calderón y Percovich se adentran en las cajas chinas del drama dentro del drama (artilugio netamente shakespeareano) para hablar de y sobre el simulacro. Como anteriormente en Pentesilea, la directora juega con los planos de ficción y realidad que se confunden entre el actor que sobre el escenario interpretará a Ricardo y Gustavo, su actor real. Una realidad que se torna líquida, al decir de Bauman, donde todo se confunde y las categorías se fugan mientras se intersectan. En esos cruces Percovich vuelve a profundizar sobre el lugar que ocupa el público en sus ficciones. Aquí, un grupo de ocasionales espectadores formarán parte de la escena y serán el elenco que ensaya una futura puesta de Ricardo III. El público se ficcionaliza y es parte de lo representado. Saffores se planta sobre el escenario con la personalidad que Ricardo requeriría, o la que Shakespeare hubiese esperado para su personaje. En un diálogo cómplice e íntimo con su platea (arriba y abajo del escenario) quiebra la cuarta pared y se convierte en un protagonista cabal, consciente del peso que implica llevar sobre los hombros a ese personaje. La soledad del monólogo no es fácil para un actor, Percovich lo contiene sobre una plataforma ficticia que propone varios cambios de vestuario para encarnar a diversos personajes del clásico y mediante la interacción con una gran pantalla que actúa como marco contemporáneo del diálogo. El actor se desdobla ante la mirada atenta de su público, y el “detrás de” adquiere protagonismo. Saffores responde como pez en el agua al mecanismo planteado; el trío creativo se conoce y esa complicidad interna se transfiere a la platea. Calderón trabaja aquí en un texto para un solo personaje (recordemos que viene trabajando con textos para grandes elencos: La Mitad de Dios, Ex-que revienten los actores, Or-Tal vez la vida sea ridícula) y sale de sus búsquedas dentro de la comedia y la ciencia ficción. Su interés se centra aquí en el propio teatro, al que aborda con un humor autorreferencial: no faltan los guiños a figuras locales y la capacidad de autocrítica como disparador de la risa. Su mecanismo de narración se convierte en una estructura sólida: un juego que desdobla el escenario en varios y posibles tablados. Desde los fragmentos, como aquellos que construyen a este personaje deforme mezcla de humano y animal, Algo de Ricardo recoge los restos y los recompone en un siglo xxi que actúa como caja de resonancia de los ecos del verso isabelino.

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